¡No es un adiós, sino hasta pronto Julita!

Tatiana Rodríguez Vargas

Con una hermosa caravana, encabezada por oficiales de la Policía Nacional, así fue trasladado, hasta su ciudad natal, León, el féretro de la Señorita Julieta Sacasa Sequeira, para recibir su última misa y luego ser sepultada en el camposanto de Guadalupe.

La Santa Eucaristía estuvo presidida por Monseñor Silvio Selva, cura párroco de la Iglesia San Felipe y Vicario General de la Diócesis de León, y co-celebrada por varios sacerdotes que conocían de cerca a Julieta y dan razón de su fe y fidelidad a la Iglesia.

“Venimos a despedir a Julietita, tantas veces tempranito con la niña Martha venían a este templo para participar en la Eucaristía, venían a vivir ese encuentro especial con el Señor”, mencionó Monseñor Silvio Rueda, quien conoció personalmente a esta sierva de Dios.

Ella supo realizarse “como cristiana, afectiva y efectiva. Todos fuimos testigos de cómo la fe no se quedaba en rezadera, porque hay que ver como rezaba, muchas veces sobre todos los pobres encontraban ayuda, cobijo, apoyo. Porque si la fe no se hace viva, como bien lo señala Santiago es una fe muerta”, resaltó Monseñor Rueda.

Hasta esta ciudad se hicieron presentes miembros de la Jefatura Nacional y Consejo Nacional de la Policía, para acompañar a la familia en este momento de dolor.

Una Huella imborrable

“La niña Julia ha sabido dejar huellas, tenemos que pensar cual es la herencia que estamos recibiendo de ella y poniéndola en práctica”, exhortó el cura.

Señaló que “el mejor homenaje en medio del dolor de la perdida, es la imitación de su vida cristiana, que se sepa en la familia transmitir la fe”.

 

Una Santa

“No puedo dejar de mencionar lo que mi julita fue para mí, una segunda madre. Desde niño venia agarrado de su mano a esta Iglesia de El Calvario, que ella visitó todos los días durante 40 años”, exclamó entre sollozos el señor Ariel Granera Sacasa, sobrino de Julieta.

El Señor Granera hizo una remembranza del importante papel que jugó su tía para el fortalecimiento y crecimiento espiritual de la toda la familia y en especial de la Primera Comisionada. “Con mi hermana Aminta, vivió una historia de amor. Aminta, donde ella habitó los últimos 12 años de su vida, hizo de su cuido mimo y atención, un apostolado. Estaba pendiente de cada detalle de su vida prestándole un cariño excepcional y dándole constantemente alegrías y felicidad. ‘Mi amor’ le decía mi Julita a ella”, enfatizó entre lagrimas.

“Su momento más sublime a lo largo de sus 100 años, fue recibir diariamente el Sacramento de la Eucaristía. Su amor por la Virgen Santísima la llevó a rezar el Rosario toda su vida y a invocarla permanentemente”, resaltó.

Destacó que “si yo pudiera sintetizar su vida lo haría en una palabra, ¡Santidad! Siempre intercedió por todos nosotros aquí en la tierra. Ahora lo hace desde el cielo en presencia de su Señor, su Dios, su Salvador”.

Su última morada

Seguidamente, sus restos fueron trasladados al Cementerio de Guadalupe, donde sería su última morada.

Acompañada de cantos religiosos, se despidieron físicamente de esta mujer de Dios, quien fue un digno ejemplo a seguir por su firme convicción de servicio y amor al prójimo.

“Dale Señor el eterno descanso
Que brille para ella la Luz Perpetua!.

Las y los miembros de la Policía Nacional reiteran su pésame y se unen en oración a la Primera Comisionada Aminta Granera Sacasa, Directora General de la Policía Nacional, a su familia y amigos ante la perdida física de la Señorita Julieta Sacasa. !Descanse en Paz!